Lunes, 4 de septiembre de 2017
Primera lectura
Lectura de la primera
carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (4,13-18):
No queremos
que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres
sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo
modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Esto
es lo que os decimos como palabra del Señor: Nosotros, los que vivimos y
quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos. Pues él
mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la
trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en
primer lugar. Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con
ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre
con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
Palabra de
Dios
Salmo
Salmo responsorial Sal
95,1.3.4-5.11-12a.12b-13
R/. El Señor
llega a regir la tierra
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
cantad al
Señor, toda la tierra.
Contad a los
pueblos su gloria,
sus maravillas
a todas las naciones. R/.
Porque es
grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible
que todos los dioses.
Pues los
dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que
el Señor ha hecho el cielo. R/.
Alégrese el
cielo, goce la tierra, retumbe el mar
y cuanto lo
llena; vitoreen los campos
y cuanto hay
en ellos. R/.
Aclamen los
árboles del bosque,
delante del
Señor, que ya llega, ya llega
a regir la
tierra: regirá el orbe con justicia
y los pueblos
con fidelidad. R/.
Evangelio
Lectura del santo
evangelio según san Lucas (4,16-30):
En aquel
tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como
era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le
entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje
donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha
ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a
los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los
oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro,
lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos
en él.
Y él se puso a
decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Y todos le
expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de
sus labios.
Y decían: «¿No
es éste el hijo de José?»
Y Jesús les
dijo: «Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo"
y' "haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en
Cafarnaún".»
Y añadió: «Os
aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en
Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres
años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a
ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el
territorio de Sidón. Y muchos leprosos habla en Israel en tiempos de] profeta
Elíseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»
Al oír esto,
todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera
del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con
intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
Palabra del
Señor
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