JUEVES DE LA VIGÉSIMA
SEGUNDA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Carta de San Pablo a los
Colosenses 1,9-14.
Por eso, desde
que nos enteramos de esto, oramos y pedimos sin cesar por ustedes, para que
Dios les haga conocer perfectamente su voluntad, y les dé con abundancia la
sabiduría y el sentido de las cosas espirituales.
Así podrán
comportarse de una manera digna del Señor, agradándolo en todo, fructificando
en toda clase de obras buenas y progresando en el conocimiento de Dios.
Fortalecidos
plenamente con el poder de su gloria, adquirirán una verdadera firmeza y
constancia de ánimo,
y darán
gracias con alegría al Padre, que nos ha hecho dignos de participar de la
herencia luminosa de los santos.
Porque él nos
libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy
querido,
en quien
tenemos la redención y el perdón de los pecados.
Salmo
98(97),2-3ab.3cd-4.5-6.
El Señor
manifestó su victoria,
reveló su
justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de
su amor y su fidelidad
en favor del
pueblo de Israel.
Los confines
de la tierra han contemplado
el triunfo de
nuestro Dios.
Aclame al
Señor toda la tierra,
prorrumpan en
cantos jubilosos.
Canten al
Señor con el arpa
y al son de
instrumentos musicales;
con clarines y
sonidos de trompeta
aclamen al
Señor, que es Rey.
Evangelio según San Lucas
5,1-11.
En una
oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la
Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret.
Desde allí vio
dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban
limpiando las redes.
Jesús subió a
una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la
orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.
Cuando terminó
de hablar, dijo a Simón: "Navega mar adentro, y echen las redes".
Simón le
respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado
nada, pero si tú lo dices, echaré las redes".
Así lo
hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de
romperse.
Entonces
hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos.
Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto,
Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor,
porque soy un pecador".
El temor se
había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que
habían recogido;
y lo mismo les
pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús
dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de
hombres".
Ellos
atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.