SÁBADO DE LA VIGÉSIMA
TERCERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Primera Carta de San Pablo
a Timoteo 1,15-17.
Es doctrina
cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores,
y yo soy el peor de ellos.
Si encontré
misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia,
poniéndome como ejemplo de los que van a creer en él para alcanzar la Vida
eterna.
¡Al Rey eterno
y universal, al Dios incorruptible, invisible y único, honor y gloria por los
siglos de los siglos! Amén.
Salmo
113(112),1-2.3-4.5a.6-7.
Alaben,
servidores del Señor,
alaben el
nombre del Señor.
Bendito sea el
nombre del Señor,
desde ahora y
para siempre.
Desde la
salida del sol hasta su ocaso,
sea alabado el
nombre del Señor.
El Señor está
sobre todas las naciones,
su gloria se
eleva sobre el cielo.
¿Quién es como
el Señor, nuestro Dios,
y se inclina
para contemplar
el cielo y la
tierra?
El levanta del
polvo al desvalido,
alza al pobre
de su miseria.
Evangelio según San Lucas
6,43-49.
Jesús decía a
sus discipulos:
«No hay árbol
bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos:
cada árbol se
reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas
de las zarzas.
El hombre
bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca
el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca.
¿Por qué
ustedes me llaman: 'Señor, Señor', y no hacen lo que les digo?
Yo les diré a
quién se parece todo aquel que viene a mí, escucha mis palabras y las practica.
Se parece a un
hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los
cimientos sobre la roca. Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron
con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien
construida.
En cambio, el
que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un hombre que
construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron
contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue
grande.»