VIERNES DE LA VIGÉSIMA
QUNITA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Libro de Ageo 1,15b.2,1-9.
Era el día
veinticuatro del sexto mes, del segundo año del rey Darío.
El día
veintiuno del séptimo mes, la palabra del Señor llegó, por medio del profeta
Ageo, en estos términos:
Di a
Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, a Josué, hijo de Iehosadac, el
Sumo Sacerdote, y al resto del pueblo:
¿Queda alguien
entre ustedes que haya visto esta Casa en su antiguo esplendor? ¿Y qué es lo
que ven ahora? ¿No es como nada ante sus ojos?
¡Animo,
Zorobabel! -oráculo del Señor-. ¡Animo, Josué, hijo de Iehosadac, Sumo
Sacerdote! ¡Animo, todo el pueblo del país! -oráculo del Señor-. ¡Manos a la
obra! Porque yo estoy con ustedes -oráculo del Señor de los ejércitos-
según el
compromiso que contraje con ustedes cuando salieron de Egipto, y mi espíritu
permanece en medio de ustedes. ¡No teman!
Porque así
habla el Señor de los ejércitos: Dentro de poco tiempo, yo haré estremecer el
cielo y la tierra, el mar y el suelo firme.
haré
estremecer a todas las naciones: entonces afluirán los tesoros de todas las
naciones y llenaré de gloria esta Casa, dice el Señor de los ejércitos.
¡Son míos el
oro y la plata! -oráculo del Señor de los ejércitos-
La gloria
última de esta Casa será más grande que la primera, dice el Señor de los
ejércitos, y en este lugar yo daré la paz -oráculo del Señor de los ejércitos-.
Salmo 43(42),1.2.3.4.
Júzgame,
Señor,
y defiende mi
causa
contra la
gente sin piedad;
líbrame del
hombre falso y perverso.
Si tú eres mi
Dios y mi fortaleza,
¿por qué me
rechazas?
¿Por qué
tendré que estar triste,
oprimido por
mi enemigo?
Envíame tu luz
y tu verdad:
que ellas me
encaminen
y me guíen a
tu santa Montaña,
hasta el lugar
donde habitas.
Y llegaré al
altar de Dios,
el Dios que es
la alegría de mi vida;
y te daré
gracias con la cítara,
Señor, Dios
mío.
Evangelio según San Lucas
9,18-22.
Un día en que
Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién
dice la gente que soy yo?".
Ellos le
respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y
otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".
"Pero
ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la
palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios".
Y él les
ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie.
"El Hijo
del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los
sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer
día".