LUNES DE LA VIGÉSIMA
TERCERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Carta de San Pablo a los
Colosenses 1,24-29.2,1-3.
Ahora me
alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los
padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia.
En efecto, yo
fui constituido ministro de la Iglesia, porque de acuerdo con el plan divino,
he sido encargado de llevar a su plenitud entre ustedes la Palabra de Dios,
el misterio
que estuvo oculto desde toda la eternidad y que ahora Dios quiso manifestar a
sus santos.
A ellos les ha
revelado cuánta riqueza y gloria contiene para los paganos este misterio, que
es Cristo entre ustedes, la esperanza de la gloria.
Nosotros
anunciamos a Cristo, exhortando a todos los hombres e instruyéndolos en la
verdadera sabiduría, a fin de que todos alcancen su madurez en Cristo.
Por esta
razón, me fatigo y lucho con la fuerza de Cristo que obra en mí poderosamente.
Sí, quiero que
sepan qué dura es la lucha que sostengo por ustedes, por los de Laodicea y por
tantos otros que no me conocen personalmente.
Mi deseo es
que se sientan animados y que, unidos estrechamente en el amor, adquieran la
plenitud de la inteligencia en toda su riqueza. Así conocerán el misterio de
Dios, que es Cristo,
en quien están
ocultos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.
Salmo 62(61),6-7.9.
Sólo en Dios
descansa mi alma,
de él me viene
la esperanza.
Sólo él es mi
Roca salvadora,
él es mi
baluarte: nunca vacilaré.
Confíen en
Dios constantemente,
ustedes, que
son su pueblo;
desahoguen en
él su corazón,
porque Dios es
nuestro refugio.
Evangelio según San Lucas
6,6-11.
Otro sábado,
entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la
mano derecha paralizada.
Los escribas y
los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si curaba en sábado,
porque querían encontrar algo de qué acusarlo.
Pero Jesús,
conociendo sus intenciones, dijo al hombre que tenía la mano paralizada:
"Levántate y quédate de pie delante de todos". El se levantó y
permaneció de pie.
Luego les
dijo: "Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal,
salvar una vida o perderla?".
Y dirigiendo
una mirada a todos, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la
extendió y su mano quedó curada.
Pero ellos se
enfurecieron, y deliberaban entre sí para ver qué podían hacer contra Jesús.
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