Domingo, 3 de septiembre de 2017
Primera lectura
Lectura del libro de
Jeremías (20,7-9):
Me sedujiste,
Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreir todo
el día, todos se burlaban de mí. Siempre que hablo tengo que gritar: «Violencia»,
proclamando: «Destrucción.» La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y
desprecio todo el día. Me dije: «No me acordaré de él, no hablaré más en su
nombre»; pero ella era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos;
intentaba contenerlo, y no podía.
Palabra de
Dios
Salmo
Sal 62,2.3-4.5-6.8-9
R/. Mi alma
está sedienta de ti, Señor, Dios mío
Oh Dios, tú
eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está
sedienta de ti;
mi carne tiene
ansia de ti,
como tierra
reseca, agostada, sin agua.R/.
¡Cómo te
contemplaba en el santuario
viendo tu
fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale
más que la vida,
te alabarán
mis labios. R/.
Toda mi vida
te bendeciré
y alzaré las
manos invocándote.
Me saciaré
como de enjundia y de manteca,
y mis labios
te alabarán jubilosos. R/.
Porque fuiste
mi auxilio,
y a la sombra
de tus alas canto con júbilo;
mi alma está
unida a ti,
y tu diestra
me sostiene. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del
apóstol san Pablo a los Romanos (12,1-2):
Os exhorto,
hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia
viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os
ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para
que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada,
lo perfecto.
Palabra de
Dios
Evangelio
Evangelio según san Mateo
(16,21-27), del domingo, 3 de septiembre de 2017
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Lectura del santo
evangelio según san Mateo (16,21-27):
En aquel
tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y
padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y
que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo
llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede
pasarte.»
Jesús se
volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú
piensas corno los hombres, no como Dios.»
Entonces dijo
Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí
mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la
perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un
hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla?
Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre,
y entonces pagará a cada uno según su conducta.»
Palabra del
Señor
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