Sábado de la vigésima
qunita semana del tiempo ordinario
Libro de Eclesiastico, de
Sirac 11,9-10.12,1-8.
Alégrate,
muchacho, mientras eres joven, y que tu corazón sea feliz en tus años
juveniles. Sigue los impulsos de tu corazón y lo que es un incentivo para tus
ojos; pero ten presente que por todo eso Dios te llamará a juicio.
Aparta de tu
corazón la tristeza y aleja de tu carne el dolor, porque la juventud y la
aurora de la vida pasan fugazmente.
Acuérdate de
tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días penosos y
vengan los años en los que dirás: "No encuentro en ellos ningún
placer";
antes que se
oscurezcan el sol y la luz, la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes
cargadas de lluvia.
En aquel día
temblarán los guardianes de la casa y se encorvarán los hombres vigorosos; se
detendrán las moledoras, que ya serán pocas, y se oscurecerán las que miran por
las ventanas;
se cerrarán
las puertas de la calle, mientras declina el ruido del molino; cesará el canto
de los pájaros y enmudecerán las que entonan canciones.
Entonces se
temerán las cuestas empinadas y los terrores acecharán por el camino. El
almendro estará florecido, se pondrá pesada la langosta y la alcaparra perderá
su eficacia. Porque el hombre se va a su morada eterna, mientras las plañideras
rondan por la calle.
Sí, acuérdate
de él antes que se corte la hebra de plata y se quiebre la ampolla de oro,
antes que se haga pedazos el cántaro en la fuente y se rompa la cuerda del
aljibe;
antes que el
polvo vuelva a la tierra, como lo que es, y el aliento vuelva a Dios, porque es
él quien lo dio.
¡Vanidad, pura
vanidad!, dice Cohélet. ¡Nada más que vanidad!
Salmo
90(89),3-4.5-6.12-13.14.17.
Tú haces que
los hombres vuelvan al polvo,
con sólo
decirles: “Vuelvan, seres humanos”.
Porque mil
años son ante tus ojos
como el día de
ayer, que ya pasó,
como una
vigilia de la noche.
Tú los
arrebatas, y son como un sueño,
como la hierba
que brota de mañana:
por la mañana
brota y florece,
y por la tarde
se seca y se marchita.
Enséñanos a
calcular nuestros años,
para que
nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete,
Señor! ¿Hasta cuándo...?
Ten compasión
de tus servidores.
Sácianos en
seguida con tu amor,
y cantaremos
felices toda nuestra vida.
Que descienda
hasta nosotros
la bondad del
Señor;
que el Señor,
nuestro Dios,
haga prosperar
la obra de nuestras manos.
Evangelio según San Lucas
9,43b-45.
Mientras todos
se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
"Escuchen
bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los
hombres".
Pero ellos no
entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían
comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario