Memoria de Nuestra Señora
de los Dolores
Carta a los Hebreos 5,7-9.
Hermanos:
Cristo dirigió
durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a
aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión.
Y, aunque era
Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa
obedecer.
De este modo,
él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los
que le obedecen,
Salmo
31(30),2-3a.3bc-4.5-6.15-16.20.
Yo me refugio
en ti, Señor,
¡que nunca me
vea defraudado!
Líbrame, por
tu justicia;
inclina tu
oído hacia mí
y ven pronto a
socorrerme.
Sé para mí una
roca protectora,
porque tú eres
mi Roca y mi baluarte:
por tu Nombre,
guíame y condúceme.
Sácame de la
red que me han tendido,
porque tú eres
mi refugio.
Yo pongo mi
vida en tus manos:
tú me
rescatarás, Señor, Dios fiel.
Pero yo confío
en ti, Señor,
y te digo: «Tú
eres mi Dios,
mi destino
está en tus manos.»
Líbrame del
poder de mis enemigos
y de aquellos
que me persiguen.
¡Qué grande es
tu bondad, Señor!
Tú la reservas
para tus fieles;
y la brindas a
los que se refugian en ti,
en la
presencia de todos.
Evangelio según San Juan
19,25-27.
Junto a la
cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de
Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la
madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo:
"Mujer, aquí tienes a tu hijo".
Luego dijo al
discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el
discípulo la recibió en su casa.
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