Lunes, 8 de agosto de 2016
Primera lectura
Lectura de la profecia de
Ezequíel (1,2-5.24–2,1a):
El año quinto
de la deportación del rey Joaquín, el día cinco del mes cuarto, vino la palabra
del Señor a Ezequíel, hijo de Buzi, sacerdote, en tierra de los caldeos, a
orillas del río Quebar.
Entonces se
apoyó sobre mí la mano del Señor, y vi que venia del norte un viento
huracanado, una gran nube y un zigzagueo de relámpagos. Nube nimbada de
resplandor, y, entre el relampagueo, como el brillo del electro. En medio de
éstos aparecia la figura de cuatro seres vivientes; tenían forma humana. Y oí
el rumor de sus alas, como estruendo de aguas caudalosas, como la voz del
Todopoderoso, cuando caminaban; griterío de multitudes, como estruendo de
tropas; cuando se detenían, abatían las alas. También se oyó un estruendo sobre
la plataforma que estaba encima de sus cabezas; cuando se detenían, abatían las
alas. Y por encima de la plataforma, que estaba sobre sus cabezas, había una especie
de zafiro en forma de trono; sobre esta especie de trono sobresalía una figura
que parecia un hombre. Y vi un brillo como de electro (algo así como fuego lo
enmarcaba) de lo que parecía su cintura para arriba, y de lo que parecía su
cintura para abajo vi algo así como fuego. Estaba nimbado de resplandor. El
resplandor que lo nimbaba era como el arco que aparece en las nubes cuando
llueve. Era la apariencia visible de la gloria del Señor. Al contemplarla, caí
rostro en tierra.
Palabra de
Dios
Salmo
Sal 148,1-2.11-12.13.14
R/. Llenos
están el cielo y la tierra de tu gloria
Alabad al
Señor en el cielo,
alabad al
Señor en lo alto.
Alabadlo,
todos sus ángeles;
alabadlo,
todos sus ejércitos. R/.
Reyes y
pueblos del orbe,
príncipes y
jefes del mundo,
los jóvenes y
también las doncellas,
los viejos
junto con los niños. R/.
Alaben el
nombre del Señor,
el único
nombre sublime.
Su majestad
sobre el cielo y la tierra. R/.
Él acrece el
vigor de su pueblo.
Alabanza de
todos sus fieles,
de Israel, su
pueblo escogido. R/.
Evangelio
Lectura del santo
evangelio según san Mateo (17,22-27):
En aquel
tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo
Jesús: «Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo
matarán, pero resucitará al tercer día.» Ellos se pusieron muy tristes.
Cuando
llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se
acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?»
Contestó:
«Sí.»
Cuando llegó a
casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? Los reyes del
mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?»
Contestó: «A
los extraños.»
Jesús le dijo:
«Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al
lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y
encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti.»
Palabra del
Señor
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