MIÉRCOLES DE LA TRIGÉSIMA
SEGUNDA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Libro de la Sabiduría
6,2-11.
¡Presten
atención, los que dominan multitudes y están orgullosos de esa muchedumbre de
naciones!
Porque el
Señor les ha dado el dominio, y el poder lo han recibo del Altísimo: él
examinará las obras de ustedes y juzgará sus designios,
Ya que
ustedes, siendo ministros de su reino, no han gobernado con rectitud ni han
respetado la Ley ni han obrado según la voluntad de Dios
él caerá sobre
ustedes en forma terrible y repentina, ya que un juicio inexorable espera a los
que están arriba.
Al pequeño,
por piedad, se le perdona, pero los poderosos serán examinados con rigor.
Porque el
Señor de todos no retrocede ante nadie, ni lo intimida la grandeza: él hizo al
pequeño y al grande, y cuida de todos por igual,
Pero los
poderosos serán severamente examinados.
A ustedes,
soberanos, se dirigen mis palabras, para que aprendan la Sabiduría y no
incurran en falta;
porque los que
observen santamente las leyes santas serán reconocidos como santos, y los que
se dejen instruir por ellas, también en ellas encontrarán su defensa.
Deseen, entonces,
mis palabras; búsquenlas ardientemente, y serán instruidos.
Salmo 82(81),3-4.6-7.
¡Defiendan al
desvalido y al huérfano,
hagan justicia
al oprimido y al pobre;
libren al
débil y al indigente,
rescátenlos
del poder de los impíos!”.
Yo había pensado:
“Ustedes son dioses,
todos son
hijos del Altísimo”.
Pero morirán
como cualquier hombre,
caerán como
cualquiera de los príncipes.
Evangelio según San Lucas
17,11-19.
Mientras se
dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea.
Al entrar en
un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a
distancia
y empezaron a
gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!".
Al verlos,
Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el
camino quedaron purificados.
Uno de ellos,
al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta
y se arrojó a
los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo
entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve,
¿dónde están?
¿Ninguno
volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?".
Y agregó:
"Levántate y vete, tu fe te ha salvado".
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