sábado, 30 de mayo de 2015

SÁBADO DE LA OCTAVA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Libro de Eclesiástico 51,17-27.
Yo he progresado gracias a ella: al que me dio la sabiduría, le daré la gloria.
Porque resolví ponerla en práctica, tuve celo por el bien y no me avergonzaré de ello.
Mi alma luchó para alcanzarla, fui minucioso en la práctica de la Ley, extendí mis manos hacia el cielo y deploré lo que ignoraba de ella.
Hacia ella dirigí mi alma y, conservándome puro, la encontré. Con ella adquirí inteligencia desde el comienzo, por eso no seré abandonado.
Yo la busqué apasionadamente, por eso adquirí un bien de sumo valor.
El Señor me ha dado en recompensa una lengua, y con ella lo alabaré.
Acérquense a mí los que no están instruidos y albérguense en la casa de la instrucción.
¿Por qué andan diciendo que no la tienen a pesar de estar tan sedientos de ella?
Yo abrí la boca para hablar: adquiéranla sin dinero;
pongan el cuello bajo su yugo, y que sus almas reciban la instrucción: ella está tan cerca que se la puede alcanzar.
Vean con sus propios ojos con qué poco esfuerzo he llegado a encontrar un descanso tan grande.

Salmo 19(18),8.9.10.11.
La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da sabiduría al simple.

Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos.

La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos.

Son más atrayentes que el oro,
que el oro más fino;
más dulces que la miel,
más que el jugo del panal.

Evangelio según San Marcos 11,27-33.
Y llegaron de nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él
y le dijeron: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?".
Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas.
Díganme: el bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de los hombres?".
Ellos se hacían este razonamiento: "Si contestamos: 'Del cielo', él nos dirá: '¿Por qué no creyeron en él?'.
¿Diremos entonces: "De los hombres'?". Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta,

respondieron a Jesús: "No sabemos". Y él les respondió: "Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas". 

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