Sábado, 25 de junio de 2016
Primera lectura
Lectura de las
Lamentaciones (2,2.10-14.18-19):
El Señor
destruyó sin compasión todas las moradas de Jacob, con su indignación demolió
las plazas fuertes de Judá; derribó por tierra, deshonrados, al rey y a los
príncipes. Los ancianos de Sión se sientan en el suelo silenciosos, se echan
polvo en la cabeza y se visten de sayal; las doncellas de Jerusalén humillan
hasta el suelo la cabeza. Se consumen en lágrimas mis ojos, de amargura mis
entrañas; se derrama por tierra mi hiel, por la ruina de la capital de mi
pueblo; muchachos y niños de pecho desfallecen por las calles de la ciudad.
Preguntaban a sus madres: «¿Dónde hay pan y vino?», mientras desfallecían, como
los heridos, por las calles de la ciudad, mientras expiraban en brazos de sus madres.
¿Quién se te
iguala, quién se te asemeja, ciudad de Jerusalén? ¿A quién te compararé, para
consolarte, Sión, la doncella? Inmensa como el mar es tu desgracia: ¿quién
podrá curarte? Tus profetas te ofrecían visiones falsas y engañosas; y no te
denunciaban tus culpas para cambiar tu suerte, sino que te anunciaban visiones
falsas y seductoras.
Grita con toda
el alma al Señor, laméntate, Sión; derrama torrentes de lágrimas, de día y de
noche; no te concedas reposo, no descansen tus ojos. Levántate y grita de
noche, al relevo de la guardia; derrama como agua tu corazón en presencia del
Señor; levanta hacia él las manos por la vida de tus niños, desfallecidos de
hambre en las encrucijadas.
Palabra de
Dios
Salmo
Sal 73
R/. No olvides
sin remedio la vida de tus pobres
¿Por qué, oh
Dios, nos tienes siempre abandonados,
y está
ardiendo tu cólera contra las ovejas de tu rebaño?
Acuérdate de
la comunidad que adquiriste desde antiguo,
de la tribu
que rescataste para posesión tuya,
del monte Sión
donde pusiste tu morada. R/.
Dirige tus
pasos a estas ruinas sin remedio;
el enemigo ha
arrasado del todo el santuario.
Rugían los
agresores en medio de tu asamblea,
levantaron sus
propios estandartes. R/.
En la entrada
superior
abatieron a
hachazos el entramado;
después, con
martillos y mazas,
destrozaron
todas las esculturas.
Prendieron
fuego a tu santuario,
derribaron y
profanaron la morada de tu nombre. R/.
Piensa en tu
alianza: que los rincones del país
están llenos
de violencias.
Que el humilde
no se marche defraudado,
que pobres y
afligidos alaben tu nombre. R/.
Evangelio
Lectura del santo
evangelio según san Mateo (8,5-17):
En aquel
tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:
«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho.»
Jesús le
contestó: «Voy yo a curarlo.»
Pero el
centurión le replicó: «Señor, no soy quién soy yo para que entres bajo mi
techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también
vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno:
"Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz
esto", y lo hace.»
Al oírlo,
Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no
he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y
occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos;
en cambio, a los ciudadanos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí
será el llanto y el rechinar de dientes.»
Y al centurión
le dijo: «Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído.» Y en aquel momento
se puso bueno el criado.
Al llegar
Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la
mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles. Al anochecer,
le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y
curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Él
tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.»
Palabra del Señor
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