SÁBADO DE LA VIGÉSIMA
SÉPTIMA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Libro de Joel 4,12-21.
¡Que
despierten y suban las naciones al valle de Josafat! Porque allí me sentaré
para juzgar a todas las naciones de alrededor.
Pongan mano a
la hoz: la mies está madura; vengan a pisar: el lagar está lleno; las cubas
desbordan: ¡tan grande es su maldad!
¡Multitudes
innumerables en el valle de la Decisión! Porque se acerca el Día del Señor en
el valle de la Decisión.
El sol y la
luna se oscurecen, las estrellas pierden su brillo.
El Señor ruge
desde Sión y desde Jerusalén hace oír su voz: ¡tiemblan el cielo y la tierra!
¡Pero el Señor será un refugio para su pueblo, un resguardo para los
israelitas!
Así ustedes
sabrán que yo soy el Señor, su Dios, que habito en Sión, mi santa Montaña.
Jerusalén será un lugar santo, y los extranjeros no pasarán más por ella.
Aquel día, las
montañas destilarán vino nuevo y manará leche de las colinas; por todos los
torrentes de Judá correrán las aguas, y brotará un manantial de la Casa del
Señor, que regará el valle de las Acacias.
Egipto se
convertirá en una desolación y Edóm en un desierto desolado, a causa de la
violencia cometida contra las hijos de Judá, cuya sangre inocente derramaron en
su país.
Pero Judá será
habitada para siempre y Jerusalén por todas las generaciones.
Yo vengaré su
sangre, no la dejaré impune, y el Señor tendrá su morada en Sión.
Salmo
97(96),1-2.5-6.11-12.
¡El Señor
reina! Alégrese la tierra,
regocíjense
las islas incontables.
Nubes y
Tinieblas lo rodean,
la Justicia y
el Derecho son
la base de su
trono.
Las montañas
se derriten como cera
delante del
Señor, que es el dueño de toda la tierra.
Los cielos
proclaman su justicia
y todos los
pueblos contemplan su gloria.
Nace la luz
para el justo,
y la alegría
para los rectos de corazón.
Alégrense,
justos, en el Señor
y alaben su
santo Nombre.
Evangelio según San Lucas
11,27-28.
Cuando Jesús
terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo:
"¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!".
Jesús le
respondió: "Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la
practican".
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