JUEVES DE LA DÉCIMA SEMANA
DEL TIEMPO ORDINARIO
Carta II de San Pablo a
los Corintios 3,15-18.4,1.3-6.
Sí, hasta el
día de hoy aquel velo les cubre la inteligencia siempre que leen a Moisés.
Pero al que se
convierte al Señor, se le cae el velo.
Porque el
Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la
libertad.
Nosotros, en
cambio, con el rostro descubierto, reflejamos, como en un espejo, la gloria del
Señor, y somos transfigurados a su propia imagen con un esplendor cada vez más
glorioso, por la acción del Señor, que es Espíritu.
Por eso,
investidos misericordiosamente del ministerio apostólico, no nos desanimamos
Si nuestro
Evangelio todavía resulta impenetrable, lo es sólo para aquellos que se
pierden,
para los
incrédulos, a quienes el dios de este mundo les ha enceguecido el
entendimiento, a fin de que no vean resplandecer el Evangelio de la gloria de
Cristo, que es la imagen de Dios.
Porque no nos
predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, el Señor, y nosotros no
somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús.
Porque el
mismo Dios que dijo: "Brille la luz en medio de las tinieblas", es el
que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que resplandezca el
conocimiento de la gloria de Dios, reflejada en el rostro de Cristo.
Salmo
85(84),9ab.10.11-12.13-14.
Voy a
proclamar lo que dice el Señor:
el Señor
promete la paz,
Su salvación
está muy cerca de sus fieles,
y la Gloria
habitará en nuestra tierra.
El Amor y la
Verdad se encontrarán,
la Justicia y
la Paz se abrazarán;
la Verdad
brotará de la tierra
y la Justicia
mirará desde el cielo.
El mismo Señor
nos dará sus bienes
y nuestra
tierra producirá sus frutos.
La Justicia
irá delante de él,
y la Paz,
sobre la huella de sus pasos.
Evangelio según San Mateo
5,20-26.
Jesús dijo a
sus discípulos:
Les aseguro
que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos,
no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han
oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado
ante el tribunal.
Pero yo les
digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por
un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín.
Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Por lo tanto,
si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna
queja contra ti,
deja tu
ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces
vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de
llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con
él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te
pongan preso.
Te aseguro que
no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
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