Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús
Libro de Oseas 11,1.3-4.8c-9.
Así habla el Señor:
Cuando Israel
era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.
¡Y yo había
enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos! Pero ellos no
reconocieron que yo los cuidaba.
Yo los atraía
con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a
una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer.
Mi corazón se
subleva contra mí y se enciende toda mi ternura:
no daré libre
curso al ardor de mi ira, no destruiré otra vez a Efraím. Porque yo soy Dios,
no un hombre: soy el Santo en medio de ti, y no vendré con furor.
Libro de Isaías 12,2-3.4bcd.5-6.
Este es el
Dios de mi salvación:
yo tengo
confianza y no temo,
porque el
Señor es mi fuerza y mi protección;
él fue mi
salvación.
Ustedes
sacarán agua con alegría
de las fuentes
de la salvación.
Den gracias al
Señor, invoquen su Nombre,
anuncien entre
los pueblos sus proezas,
proclamen qué
sublime es su Nombre.
Canten al
Señor porque ha hecho algo grandioso:
¡que sea
conocido en toda la tierra!
¡Aclama y
grita de alegría, habitante de Sión,
porque es
grande en medio de ti el Santo de Israel!
Carta de San Pablo a los Efesios 3,8-12.14-19.
Yo, el menor
de todos los santos, he recibido la gracia de anunciar a los paganos la
insondable riqueza de Cristo,
y poner de
manifiesto la dispensación del misterio que estaba oculto desde siempre en
Dios, el creador de todas las cosas,
para que los
Principados y las Potestades celestiales conozcan la infinita variedad de la
sabiduría de Dios por medio de la Iglesia.
Este es el
designio que Dios concibió desde toda la eternidad en Cristo Jesús, nuestro
Señor,
por quien nos
atrevemos a acercarnos a Dios con toda confianza, mediante la fe en él.
Por eso doblo
mis rodillas delante del Padre,
de quien
procede toda paternidad en el cielo y en la tierra.
Que él se
digne fortificarlos por medio de su Espíritu, conforme a la riqueza de su
gloria, para que crezca en ustedes el hombre interior.
Que Cristo
habite en sus corazones por la fe, y sean arraigados y edificados en el amor.
Así podrán
comprender, con todos los santos, cuál es la anchura y la longitud, la altura y
la profundidad,
en una
palabra, ustedes podrán conocer el amor de Cristo, que supera todo
conocimiento, para ser colmados por la plenitud de Dios.
Evangelio según San Juan 19,31-37.
Era el día de
la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar
las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no
quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne.
Los soldados
fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con
Jesús.
Cuando
llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas,
sino que uno
de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre
y agua.
El que vio
esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad,
para que también ustedes crean.
Esto sucedió
para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno de sus
huesos.
Y otro pasaje
de la Escritura, dice: Verán al que ellos mismos traspasaron.
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