MARTES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA
Libro de Ezequiel 40,1-3.47,1-9.12.
El año
vigesimoquinto de nuestro exilio, al comienzo del año, el décimo día del mes,
es decir, catorce años después de la destrucción de la ciudad, ese mismo día,
la mano del Señor descendió sobre mí, y él me llevó allá.
En una visión
divina, me llevó a la tierra de Israel y me posó sobre una montaña muy alta,
sobre la que había algo así como las construcciones de una ciudad, al sur.
El me llevó
hasta allí, y yo vi a un hombre que por su aspecto parecía de bronce, con una
cuerda de lino y una vara de medir en la mano. Estaba de pie en el pórtico.
El hombre me
hizo volver a la entrada de la Casa, y vi que salía agua por debajo del umbral
de la Casa, en dirección al oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia
el oriente. El agua descendía por debajo del costado derecho de la Casa, al sur
del Altar.
Luego me sacó
por el camino de la puerta septentrional, y me hizo dar la vuelta por un camino
exterior, hasta la puerta exterior que miraba hacia el oriente. Allí vi que el
agua fluía por el costado derecho.
Cuando el
hombre salió hacia el este, tenía una cuerda en la mano. Midió quinientos
metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a los tobillos.
Midió otros
quinientos metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a las
rodillas. Midió otros quinientos metros y me hizo caminar a través del agua,
que me llegó a la cintura.
Luego midió
otros quinientos metros, y ya era un torrente que no pude atravesar, porque el
agua había crecido: era un agua donde había que nadar, un torrente
intransitable.
El hombre me
dijo: "¿Has visto, hijo de hombre?", y me hizo volver a la orilla del
torrente.
Al volver, vi
que a la orilla del torrente, de uno y otro lado, había una inmensa arboleda.
Entonces me
dijo: "Estas aguas fluyen hacia el sector oriental, bajan hasta la estepa
y van a desembocar en el Mar. Se las hace salir hasta el Mar, para que sus
aguas sean saneadas.
Hasta donde
llegue el torrente, tendrán vida todos los seres vivientes que se mueven por el
suelo y habrá peces en abundancia. Porque cuando esta agua llegue hasta el Mar,
sus aguas quedarán saneadas, y habrá vida en todas parte adonde llegue el
torrente.
Al borde del
torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas las
especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos los
meses producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus frutos
servirán de alimento y sus hojas de remedio".
Salmo 46(45),2-3.5-6.8-9.
El Señor es
nuestro refugio y fortaleza,
una ayuda
siempre pronta en los peligros.
Por eso no
tememos, aunque la tierra se conmueva
y las montañas
se desplomen hasta el fondo del mar.
Los canales
del Río alegran la Ciudad de Dios,
la más santa
Morada del Altísimo.
El Señor está
en medio de ella: nunca vacilará;
él la
socorrerá al despuntar la aurora.
El Señor de
los ejércitos está con nosotros,
nuestro
baluarte es el Dios de Jacob.
Vengan a contemplar
las obras del Señor,
Él hace cosas
admirables en la tierra.
Evangelio
según San Juan 5,1-3a.5-16.
Se celebraba
una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.
Junto a la
puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata,
que tiene cinco pórticos.
Bajo estos
pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que
esperaban la agitación del agua.
Había allí un
hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años.
Al verlo
tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó:
"¿Quieres curarte?".
El respondió:
"Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua
comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes".
Jesús le dijo:
"Levántate, toma tu camilla y camina".
En seguida el
hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado,
y los judíos
dijeron entonces al que acababa de ser curado: "Es sábado. No te está
permitido llevar tu camilla".
El les
respondió: "El que me curó me dijo: 'Toma tu camilla y camina'".
Ellos le
preguntaron: "¿Quién es ese hombre que te dijo: 'Toma tu camilla y
camina?'".
Pero el
enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que
estaba allí.
Después, Jesús
lo encontró en el Templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar,
de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía".
El hombre fue
a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado.
Ellos atacaban
a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.
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