Viernes,
15 de septiembre de 2017
Primera lectura
Lectura de la carta a los
Hebreos (5,7-9):
Cristo, en los
días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas
al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a
pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la
consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de
salvación eterna.
Palabra de
Dios
Salmo
Sal
30,2-3a.3b-4.5-6.15-16.20
R/. Sálvame,
Señor, por tu misericordia
A ti, Señor,
me acojo:
no quede yo
nunca defraudado;
tú, que eres
justo, ponme a salvo,
inclina tu
oído hacia mí. R/.
Ven aprisa a librarme,
sé la roca de
mi refugio,
un baluarte
donde me salve,
tú que eres mi
roca y mi baluarte;
por tu nombre
dirígeme y guíame. R/.
Sácame de la
red que me han tendido,
porque tú eres
mi amparo.
A tus manos
encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios
leal, me librarás. R/.
Pero yo confío
en ti, Señor,
te digo: «Tú
eres mi Dios.»
En tu mano
están mis azares:
líbrame de los
enemigos que me persiguen. R/.
Qué bondad tan
grande, Señor,
reservas para
tus fieles,
y concedes a
los que a ti se acogen
a la vista de
todos. R/.
Evangelio
Lectura del santo
evangelio según san Juan (19,25-27):
En aquel
tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre,
María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver
a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mujer, ahí
tienes a tu hijo.»
Y desde
aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Palabra del
Señor