VIERNES DE LA DECIMOSEXTA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Libro del Exodo 20,1-17.
Dios pronunció estas palabras:
"Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de
Egipto, de un lugar en esclavitud.
No tendrás otros dioses delante de mí.
No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo
que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en
las aguas.
No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto,
porque yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la maldad de los
padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me
aborrecen;
y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones,
si me aman y cumplen mis mandamientos.
No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu
Dios, porque él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano.
Acuérdate del día sábado para santificarlo.
Durante seis días trabajarás y harás todas tus
tareas;
pero el séptimo es día de descanso en honor del
Señor, tu Dios. En él no harán ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija,
ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni el extranjero que reside en
tus ciudades.
Porque en seis días el Señor hizo el cielo, la
tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, pero el séptimo día descansó. Por
eso el Señor bendijo el día sábado y lo declaró santo.
Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una
larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás falso testimonio contra tu prójimo.
No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás
la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno,
ni ninguna otra cosa que le pertenezca."
Salmo 19(18),8.9.10.11.
La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da sabiduría al simple.
Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos.
La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos.
Son más atrayentes que el oro,
que el oro más fino;
más dulces que la miel,
más que el jugo del panal.
Evangelio según San Mateo 13,18-23.
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del
sembrador.
Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la
comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su
corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.
El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre
que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría,
pero no la deja echar raíces, porque es inconstante:
en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra,
inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el hombre
que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las
riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que
escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta,
ya treinta por uno".